lunes, 26 de diciembre de 2011

Serendipiti


Que el nuestro era un amor de los de andar por casa; de noches de no dormir, de días enteros hablando y ratos de echar de menos; de ser más empalagosos que la leche condensada, pero sentirnos a gusto con tanta dulzura. De esos que siempre habías querido que llegaran, un amor que te hace sentir seguro, que te aleja de la tierra y que te acerca al cielo. Eso, un amor cómodo, de los de andar por casa. Como una noche de invierno enfrascado en tu pijama preferido, así, simplemente perfecto.
Un amor de esos que no se olvida fácil, por no decir que es imposible de olvidar; de los que siempre estarán presentes, durante el café de cada mañana, cada vez que suena esa canción aleatoriamente en tu ipod, cada vez que alguien dice su nombre, siempre que te pones a filosofar sobre la vida y el destino. Por que, ¿a caso éste existe? Si es así, sabes que jugará con nosotros hasta que se nos acaben los ases en la manga, hasta que no nos queden fichas de parchís o hasta que perdamos todo lo apostado al poker. ¿Que no nos quiere juntos? Te propongo romper las reglas, saltémonos las leyes del sino. Porque nadie puede explicar un amor como el nuestro, arriesguemos. Apostemos. Por nosotros.
El juego no acaba hasta que uno se rinde, pierde o gana.

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